
Luis Velázquez
28 de diciembre de 2020
Definido por López Obrador como una lotería, el premio mayor, para Veracruz…
Rechazado por la mitad de la población y casi la otra mitad…
Evidenciado como jefe del Poder Ejecutivo Estatal, considerado ya, ya, ya como el peor de los 78 gobernadores que han ocupado la silla embrujada del palacio de Xalapa, el góber jarocho de la 4T vive el peor de los mundos.
Y lo vive adentro de su partido, MORENA, el partido de la izquierda que a mediados del año 2018 encumbrara al tabasqueño como presidente de la república con treinta millones de votos, como nunca antes en la historia nacional, dieciocho años seguidos haciendo campaña de pueblo en pueblo y de ranchería en ranchería, despertando devoción religiosa en un pueblo desesperanzado.
El góber de la 4T terminará el año con vientos huracanados en contra.
De entrada, en una encuesta “a mano alzada” como se estila en el tiempo guinda y marrón, el 99 por ciento lo reprueba. Incluso, señoras en la manualidad, la zumba y la tarde pastelera, en contra.
Simplemente lo vomitan.
Pero esa misma reacción ha encontrado ahora de cara a la elección del presidente de MORENA en Veracruz.
Su error es muy sencillo. Ungido gobernador cayó en la misma tentación de los priistas, los panistas y los perredistas, y anexos y conexos, y creyó que por facultad metaconstitucional es el tlatoani, el gurú, el tótem, el mandamás, y cree tener el exclusivo derecho de imponer al dirigente.
Y por eso mismo, imponer a sus cercanos en las principales candidaturas a cargos de elección popular, como son los presidentes municipales y los diputados locales y federales.
Igual, igualito, inició el Partido Nacional Revolucionario fundado por Plutarco Elías Calles en 1929 y cuando repartiera las gubernaturas entre los generales y caciques de norte a sur y de este a oeste del país a cambio de tener pacificada la nación, sin sobresaltos, golpes de estado, cuartelazos ni masacres.
Más todavía cuando de pronto jugó en las grandes ligas por la dirigencia nacional de MORENA con su favorito, Porfirio Muñoz Ledo, orientado por el senador Martí Batres, y fue derrotado por Mario Delgado, candidato que fue de Marcelo Ebrard Casaubón, secretario de Relaciones Exteriores, y el senador Ricardo Monreal, uno de cuyos hermanos, por cierto, fue ungido candidato a gobernador en Zacatecas, la tierra donde naciera Rocío Nahle, secretaria de Energía, avecindada en Coatzacoalcos, declarada jarocha y favorita, todo indica, de López Obrador, para la nominación a gobernadora de Veracruz en el año 2024.
Por eso, el góber jarocho de López Obrador enfrenta vientos huracanados para la elección del líder estatal de MORENA y quizá, solo el presidente de la república lo podría, digamos, salvar, a partir de tantas bendiciones, loas, incienso y vítores que le solía o suele desparramar en cada girita local.
UN DELEGADO EN VEZ DE UN PRESIDENTE
En la 4T, que alcanzara “la plenitud del pinche poder” denostando los peores vicios y fallas del sistema político priista, el candidato del góber jarocho a la dirigencia de MORENA, Esteban Ramírez Zepeta, anda en campaña con un despliegue insólito, inverosímil, de recursos económicos, propio, igual, copia Xerox, del viejo régimen.
Inaudito, por ejemplo, el despliegue mediático que ni siquiera, vaya, usufructúa el PAN como el primer partido de oposición en Veracruz.
Inaudita la movilidad que trae el antiguo funcionario de la oficina del gobernador, lanzado por dedazo de Cuitláhuac García Jiménez.
Pero en tanto Esteban Ramírez anda en campaña, emperrado en ganar, resulta que la cúpula morenista del altiplano, la sede de los tres poderes, rechazó su asignación.
Y el góber entró en desesperación.
Por eso mismo, la feroz campaña mostrando el puño y el músculo para imponer a Ramírez Zepeta a como de lugar, pese a quien le pese.
La respuesta del altiplano fue, es, ha sido, contundente y decidieron que en vez de un líder estatal sea nombrado un delegado con funciones de presidente para llevar la selección y elección de los candidatos a diputados locales y ediles.
Y en donde, claro, lógico, obvio, Cuitláhuac quede fuera, maniatado, amordazado, hecho a un lado.
En efecto, desde hace meses, Alejandro Díaz Durán se ha venido lanzando en contra del gobernador y del secretario General de Gobierno, haciéndolos responsables de comprometer la viabilidad de la 4T en Veracruz.
Díaz Durán, como se sabe, es un operador político cercano, cercanísimo, uña y carne, del coordinador de los senadores de MORENA, Ricardo Monreal, quien jugó como aliado del diputado federal, Mario Delgado, para la dirigencia nacional, y quien derrotara, “haiga sido como haiga sido”, a Muñoz Ledo.
Los astros, pues, moviéndose en contra, y en las grandes ligas, del góber fifí, sabadaba, salsero, catrinero y machetero, la imagen universal en Veracruz y en el país, de igual manera, digamos, como Javier Duarte alcanzó fama por su frasecita memorable de “Aquí no pasada nada” y que acaso seguiría repitiendo en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México, donde ha sido abandonado por la mayoría de sus guardias pretorianos, destino canijo cuando el poder se ejerce con autoritarismo.
DIPUTADOS DISTANCIADOS DEL GÓBER MACHETERO
Hacia el interior de MORENA también predomina otro hecho atroz que mermara la injerencia del gobernador en las decisiones superiores.
Por ejemplo, el hecho de que desde el centro político del partido de la izquierda caminara la idea de la llamada elección consecutiva, también conocida como reelección de los diputados federales.
Así, y conforme ha avanzado el proceso electoral, resulta que un total de 434 (cuatrocientos treinta y cuatro) diputados federales de todos los partidos, la mayoría de MORENA, buscan la reelección, entre ellos, treinta del estado de Veracruz, la mayoría del partido guinda.
Y como la reelección fue manejada en otra cancha, la cancha de Mario Delgado, el jefe máximo de MORENA en el Congreso federal, entonces, buen número de diputados federales han mostrado distanciamiento de Cuitláhuac García, a excepción, claro, de Dorheny García Cayetano, quien le ha demostrado lealtad ciega, la lealtad ciega que asegura el sicólogo del barrio lleva a la sumisión y el vasallaje.
Y más, cuando es unilateral.
Los vientos huracanados contra Cuitláhuac enturbiarán más porque las candidaturas a presidentes municipales y diputados locales serán definidas por encuestas, y en ningún momento, por recomendación, dedazo, tráfico de influencias y conflicto de intereses.
El círculo del poder estatal necesitará pasar el desagradable filtro de la aceptación ciudadana para lograr las candidaturas.
Y en la aceptación ciudadana, Cuitláhuac, anexos y conexos, están en el sótano, a tal grado que la mayoría de los ciudadanos de a pie se pitorrean del gobernador en todos los sentidos y en todos los órdenes sicológicos, siquiátricos y sociales.
Y si lo dudan que vayan a la calle y escuchen y sigan escuchando.
Bastaría referir un dato, un hecho, una circunstancia:
En Xalapa, tanto el gobernador como el presidente municipal son rechazados por la población, en tanto, vaya paradoja, López Obrador conserva la aceptación.